Clubes de Ciencia
  Los naipes de Tacuabé
 
LAS CARTAS de TACUABE 1988
 
Pocos charrúas sobrevivieron a la matanza de Salsipuedes. Cuatro de ellos fueron tomados prisioneros y entregados a M.de Curel que los llevó a Paris para ser expuestos en los Campos Elíseos y estudiados por los científicos y académicos de la época.
Ellos eran: el joven Laureano Tacuabé, su compañera Micaela Guyunusa, Senaqué -el cacique- y Vaimaca-Pirú, antiguo jefe de los lanceros charrúas de Artigas.
Allí vivieron, lejos de su mundo, sus costumbres, su gente, y allí nació la hija de Tacuabé y Guyunusa, concebida en tierra charrúa.
Agotado el interés científico, Curel los vende a un circo de variedades. El nuevo destino es peor que el anterior, pues eran forzados a “hacer gracias” para entretener a los clientes. Reciben tan malos tratos, que ante diversas denuncias el circo debe huir de Paris. En estas circunstancias mueren Senaqué y Vaimaca-Pirú, otrora orgullosos caciques y ahora en lamentable estado de abandono y desnutrición.
Posteriormente, debido a la debilidad de Guyunusa que enlentecía la huida del circo, los últimos charrúas son abandonados en Lyon, donde Guyunusa muere en 1834, a los 443 dias de haber iniciado su triste aventura francesa.
Y allí, en Lyon, se pierde para siempre el rastro de Tacuabé y su pequeña hijita, que por entonces tenía 10 meses de edad.
A estos pocos renglones se reduce la historia patética de los ultimos charrúas.
El Prof. Dr. Paul Rivet, director del Museo del Hombre, recopila una vasta documentación sobre ellos y la publica en su libro “Les derniers charruas”. Rodolfo Maruca Sosa, en su libro “La nación charrúa”, recoge muchas de las notas de Rivet y describe que los charrúas llevaban entre sus pocas pertenencias, unas cartas de juego hechas en lonja quemada, e incluye los dibujos hechos por Dumoutier tal como se ven a continuación.
Se piensa que estas cartas fueron hechas por Tacuabé, pues Rivet describe sus aptitudes artísticas y musicales, y en su libro reproduce dibujos que éste hacía para “representar a los visitantes, de quienes gustaba burlarse”.

Oriundo de la zona de Paysandú, nacido alrededor de 1812, Tacuabé fue uno de los últimos hijos de la estirpe charrúa, o tal vez vástago de ésta ya mezclada con la etnia guaranítica. El Padre Larrañaga relata en una descripción de sus viajes, que hacia 1815 Paysandú era un pueblo de indios y que en sus orígenes había sido puerto misionero dependiente de la misión de Yapeyú, que se extendía desde el Ibicuy hasta el Rio Negro.
Criado entre gauchos, de gran destreza en el manejo de los caballos, Tacuabé llegó a ser hombre de confianza del Gral. Rivera, de quien se separó para unirse a sus hermanos en uno de los alzamientos charrúas.
Durante tres siglos de presencia española en el Rio de la Plata, los indígenas fueron paulatinamente aculturándose, especialmente bajo el influjo de las misiones jesuiticas en el norte del territorio. La convivencia de españoles, criollos e indios, aunque no limó su fiera independencia, mezcló sus culturas. No es de extrañar pues que “las cartas de Tacuabé” tengan similitudes de concepto con las cartas españolas de la época, comparándolas con las que lucen en la siguiente figura tomada del “Testimonio Historico de Naipes Comas”, por Salvador Tena Fuentes):
Las características más destacables de estas cartas cuando las comparamos con ediciones posteriores o actuales, son:
 
- la sota está representada por una mujer
- los caballeros están de pie, desmontados de sus caballos.
- los reyes están sentados.
- los cuatros tienen una representación del Angel del Juicio Final en el centro de la baraja.
- las copas con tapa, toman forma de rombo.
 
Como nota adicional, sin entrar en consideraciones acerca de la simbología de los naipes españoles, señalemos tan solo que los palos representan a los 4 grandes estamentos sociales de la época: el oro a la
realeza; las copas a la Iglesia; las espadas al ejército y los bastos al pueblo.
30 AÑOS DE MANOS DEL URUGUAY
 
Principal promotora de la artesanía uruguaya, Manos se ha caracterizado por su permanente búsqueda de las raíces de nuestra identidad nacional. Búsqueda que se ha visto recompensada por el reconocimiento del público nacional y extranjero, para quienes ha llegado a ser el máximo referente en tradición artesanal.
En esta línea de no querer que se pierdan ni las personas ni las cosas de ayer que nos hicieron quienes somos hoy, Manos ha querido rendirle a Tacuabé -uno de los cuatro charrúas llevados a Paris para ser exhibidos en los Campos Elíseos- el tributo de rescatarlo de viejos libros de historia y hacerle un lugar a nuestro lado.
En el marco de los festejos de los 30 años, preparó dos colecciones especiales, una inspirada en nuestra flora y fauna y otra en motivos étnicos. Como corolario de esta última, incorporó distintos objetos utilizando las figuras de las cartas de Tacuabé. Sus dibujos sencillos se aplicaron a artículos de hueso, telas estampadas, cerámicas y artesanías en madera y lonja. Pero quedó pendiente el aplicarlas a su verdadera función: el juego de cartas. Manos entonces encaró el proyecto que permitiera a aquellos que sienten “lo nuestro”, jugar al truco con las cartas charrúas.
 
¿COMO HICIMOS ESTE MAZO CON LAS CARTAS DE TACUABÉ?
 
Cuando comenzamos a estudiarlas, la mayoría de las personas con quienes comentamos la existencia de las cartas charrúas nos preguntaron “… ¿las qué?”
 
Se sabe que los charrúas gustaban de jugar a las cartas. En misiva que en 1831 el Gral. Fructuoso Rivera dirige a su amigo Julián de Gregorio Espinosa refiriéndose a “memorias de esa trivu salvaje que ya no existe”, le dice que “vatambién un naipe con que juegan varios juegos que yo no se explicar lo asen con una estraordinaria agilidad”(sic). Seguramente el “naipe” al que Rivera se refiere estaba conformado por cartas similares a las que hoy conocemos por “cartas de Tacuabé”.
 
El primer escollo en nuestra tarea fue que las cartas de Tacuabé eran sólo 30. ¿Ello significaba que la baraja completa de los charrúas constaba solo de treinta cartas o que el mazo encontrado estaba incompleto? A nuestro entender, las cartas originales debían ser cuarenta. A esta conclusión nos lleva el considerar que en las cartas de Tacuabé figuran los cuatro palos de la baraja española de los cuales dos -oros y copas- están prácticamente completos puesto que constan de los diez naipes que se usan en los más difundidos juegos con cartas españolas tales como truco, tute y mus. Pero los otros dos palos están incompletos, faltando siete bastos y tres espadas. Como es virtualmente imposible imaginar la lógica de un juego de cartas conformado por palos integrados por distinto número de naipes, debemos concluir que las cartas faltantes se han extraviado, coincidiendo con lo que establece Rivet: las originales fueron perdidas en el “Museo del Hombre” en Paris. A pesar de esa constancia, recientemente dedicamos largas horas en ese museo buscando sin éxito alguno, antecedentes al respecto.
 
Sintiendo por Tacuabé aquello que se expresa en los versos de Julián Murguía para el Cumba Viejo, “… yo daría cualquier cosa por haberte conocido”, -y sin otro rigor científico que el de haber consultado los documentos citados- pusimos manos a la obra para elaborar este mazo completo, formado por naipes que tienen en el centro la réplica de los diseños originales de Tacuabé y, en el caso de los faltantes, diseños que hemos imaginado para reemplazarlos.
 
Para ésto debimos primero asignar a las cartas charrúas los palos y los números que les hubieran correspondido - según nuestro parecer - en sus contrapartes españolas. Esto nos llevó a modificar en algún caso el ordenamiento que les dio Dumoutier, que entendemos se basó más bien en las cartas francesas, en las que la reina está al lado del rey. Nos pareció que las figuras que tienen “más patas” probablemente correspondieran a los caballos y los caballeros (en esa época desmontados), y no a las damas (Dumoutier las ubica al lado del Rey).
Asimismo, si bien en el libro de Paul Rivet aparecen clasificados solo tres palos, pensamos que las cartas del “tercer palo” corresponden en realidad a dos palos distintos, ambos incompletos. Esta conclusión se basa en que en las cartas de ese supuesto “tercer palo” aparecen dos grupos de diseños de características asimilables respectivamente a los bastos y las espadas de la baraja española. En el caso de los cuatros de oro y copas, pensamos que Tacuabé pone la cruz en el centro tal como aparece el ángel en las cartas españolas. Los cincos, que son iguales a los cuatros pero con otro elemento agregado, parecen responden a la forma conceptual de contar de los charrúas, en la cual el cinco es “betúm-yu”, cuatro más uno. Sobre la base de estos supuestos, elaboramos el siguiente mazo:
Luego debimos asignarle colores, ya que los originales eran -como ya lo hemos dicho- en lonja quemada y por tanto sin diferenciación cromática entre los palos. Más tarde debimos agregarle los números y la posibilidad de “orejear”. Para facilitar el uso y simplificar el aprendizaje, aplicamos solamente en la pinta, colores similares a los que tradicionalmente llevan las cartas españolas: amarillo a los oros, verde a los bastos, colorado a las copas y azul a las espadas. Aunque tienen muchos aspectos en común, a la vez son muy diferentes de las cartas españolas, tanto como diferentes fueron ambas culturas.
Como detalle que nos pareció interesante, en cada carta escribimos el número tal como lo decían los charrúas: yu, sam, deti, betum, (hasta el 4), y luego: betum-yu, betum-sam, betum-deti (4+1, 4+2, 4+3) hasta el 7, y finalmente betum-artasam (2 veces 4) y guaroj (diez). El nueve, -que no usamos en este mazo- era baquiu, y el once y el doce no existían, por lo cual no les hemos puesto nada. ¿deberíamos haberles puesto guaroj-yu y guaroj-sam?
Todo este revisionismo de las “cartas de Tacuabé” podrá considerarse por algunos como un irreverente atentado a la pureza de las cartas originales. Y tal vez lo sea. Pero cuando a través del estudio de sus cartas pretendimos sacar a Tacuabé de su oscuro rincón de historia para integrarlo a nuestra vigente orientalidad, lo hicimos de la mejor manera a nuestro alcance, con humildad y ciñéndonos a razonamientos fundados en las cartas conocidas, los que concluyeron en el mazo elaborado por nosotros.
 
Tanto nos metimos en esa labor que más de una vez se nos ocurrió pensar qué diría Tacuabé del dibujo que le inventamos a sus cartas perdidas. Y nos imaginábamos una sonrisa llegando a su “mirada torva”, la garra charrúa empujando un “quiero” y un lento “retruco” formándose en sus labios de bronce.
A los descendientes de Tacuabé, si hoy están en algún lugar de Francia, y a los que en nuestra comarca descienden de los charrúas y de las otras etnias nativas, con el reconocimiento de Manos del Uruguay.
 
Bibliografía:
Profesor Carlos Enrique Etcheverry 1988 Charla en Escuela 11 de Melo
Rodolfo Maruca Sosa, “La Nación Charrúa”, Editorial Letras, 1957, Montevideo, Uruguay.
Prof. Paul Rivet , “Les derniers Charruas”
Prof. Eduardo Acosta y Lara, “Apartado de Anales del Museo de Historia Natural, Montevideo, Uruguay, 1965″, “Los dos Gervasios” (Los minuanes y los charrúas eran así), Montevideo, 1998.
Revista Histórica (Publicación del Museo Histórico Nacional, Diciembre de 1963, Nº 100-10 - pag. 322)
Natalio Abel Vadell , Revista Estudios, Buenos Aires, 1950
Proyecto para Manos del Uruguay
realizado por Rosina Muñoz de Cavestany,
con la colaboración de:
Flora Quagliotti en diseño;
Dr. Carlos Soares de Lima,
Prof. Eduardo F. Acosta y Lara
y Prof. Renzo Pi Ugarte, en historia;
Dr. René Delgado en la redacción final,
y Julián Murguía (h) en la producción y en el esfuerzo de llevar todo esto a la impresión final.
Montevideo, 1998
Este librillo, acompañado de un mazo de cartas, fichas de madera y una replica en bronce de una punta de flecha, todo en una caja de madera grabada en la tapa con la imagen de Tacuabé, se produce en Manos del Uruguay desde el año 1998 a la fecha.
 
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